Cuando se da una falta de hierro, fundamental para el buen funcionamiento de nuestro organismo, pueden aparecer diversos síntomas como cansancio, decaimiento, tristeza, debilidad, irritabilidad, propensión a las infecciones, ojeras, caída del pelo, palidez y energía vital baja.
Esto sucede porque el hierro participa en la respiración celular y el transporte del oxígeno a todo el cuerpo, es imprescindible para formar los glóbulos rojos de la hemoglobina en la médula ósea y funciona como catalizador de diversas reacciones químicas. Por eso, es normal que al agotarse las reservas naturales de hierro el cuerpo se resienta rápidamente.
Muchos alimentos son ricos en hierro, pero debemos aprender a combinarlos para aprovecharlo al máximo.
Para ser plenamente aprovechable el hierro tiene que estar en compañía y en equilibrio con otros minerales (cobre, cobalto, manganeso y cinc) y vitaminas, como la C y el ácido fólico, que optimizan su actividad y disponibilidad.
Conviene incluir en la dieta fruta y vegetales frescos y crudos, que contribuyen también con sus vitaminas E y flavonides a elevar el factor intrínseco de absorción de hierro, presente en el estómago y del que algunas personas presentan carencia.
La vitamina B12, presente solo en los huevos, los productos lácteos, la carne y el pescado, también ayuda a la absorción del hierro.
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