La vida tan movida que llevamos nos lleva a hacer todas las cosas con prisas. Las tecnologías que nos rodean nos hace eso más fácil y ya es como «lo natural», lo que debe ser porque todos vivimos un poco así.
Pero lo que no cambia, lo que no se acelera ni se beneficia de las tecnologías para poder hacerse más rápido, son las digestiones. Las prisas, con todo lo que comportan, y la vida saludable, son antagonistas, especialmente en todo aquello que se refiere a la alimentación, siendo en muchas ocasiones responsables de alteraciones digestivas.
La digestión consiste en la correcta función de todos los procesos físico-químico que tienen lugar en el aparato digestivo, entendiendo como tal el tramo comprendido entre la boca y el ano (boca, esófago, estómago, intestino delgado, intestino grueso y ano), así como de los órganos anexos (hígado, páncreas, vesícula biliar). Y esto lleva su tiempo.
El buen funcionamiento de las actividades fisiológicas de cada parte por separado y del conjunto como globalidad, dará como resultado una buena digestión.
Pero además, para que todo este complejo de órganos y funciones fisiológicas actúe correctamente,se necesitan dos sistemas complementarios, el sistema neurovegetativo y el sistema vascular.
Sobre el funcionamiento de estos sistemas y órganos va a influir de un modo muy notorio el estado emocional y psíquico de la persona. Esta influencia de las emociones sobre el sistema digestivo se hace patente en expresiones populares como «me repatea el hígado», «tengo los nervios en el estómago» o «cuando me disgusto me queman las entrañas».
Cualquier desajuste en alguno de los niveles comentados puede ser responsable de algún trastorno digestivo, que se puede manifestar de muy diversas formas: naúseas, vómitos, gases, digestión lenta, hinchazón abdominal, ardores, acidez, reflujo, diarrea, estreñimiento, dolor abdominal, etc.
Cada uno de estos trastornos puede comportar una mala digestión o ser la consecuencia de la misma.
Cuidar las emociones puede mejorar la digestión. Un estado anímico tenso y estresado puede afectar a los órganos digestivos, provocando gases, hinchazón y dolor.
Un estado anímico irritado o agitado puede afectar al estómago, al hígado o a los intestinos, pudiendo manifestarse como gastritis, ardor de estómago, vómitos, estreñimiento, úlceras, etc.
Y un estado de excesiva preocupación, reflexión o de pensamientos obsesivos puede provocar digestiones difíciles, sensación de pesadez, hinchazón abdominal, diarreas, náuseas, etc.
En Medicina Tradicional China el estómago está en el elemento Tierra y su emoción patológica asociada es el exceso de reflexión u obsesión.
También se considera muy importante el entorno donde se come para hacer unas buenas digestiones.
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Muchas gracias por enviarme estas recetas ya que me ayudan a comer sano